El atraso latinoamericano no es atribuible como lo hace, por una parte, la Fundación Cato solo a problemas de corrupción y culturales, ni tampoco como lo hace la teoría de la dependencia a atribuyéndole todos los problemas a la acción del imperialismo. En ambos casos se prescinde de una visión sistémica que coloque el eje en la operación y articulación de las fuerzas sociales en la formación y funcionamiento de los Estados. En este sentido los problemas deben verse como lo que son esto es de carácter sistémico y que requieren soluciones endógenas de este tipo. Cosa muy importante de colocar sobre el tapete en un momento en que los más importantes países de la región ejercen gobiernos que promueven el cambio y la transformación. La democracia depende de estas soluciones La democracia no debe medirse solo por elecciones, sino por la reducción de la exclusión y la pobreza; por la calidad y cobertura de sus sistemas educativos; Por las oportunidades que le abre la capacitación organizacional y técnica a quienes ya perdieron su oportunidad educativa. La democracia no florece donde hay exclusión social, donde faltan senderos de esperanza, expresados en una educación de calidad y buena cobertura; donde no existen procesos de inclusión con capacitación organizacional y técnica para los que perdieron la oportunidad educativa. Clodomir Santos de Morais marco un sendero para garantizar la inclusión de los excluidos a partir de su propia organización. Su actividad desarrollada en tres continentes le mereció, durante el segundo gobierno de Lula el premio nacional por su lucha contra la pobreza. Esa experiencia debe ser retomada para garantizar la democracia en nuestro continente. En condiciones de exclusión social florece el lumpen, esto es la delincuencia y la prostitución que se potencia con el tráfico de drogas en estructuras de poder alternativas que compiten por la hegemonía en las comunidades y regiones. Medir la democracia con encuestas, tiene poco sentido si se omiten los requisitos para que florezca la ciudadanía. Esto es de personas apoderadas de una formación de calidad, capacidad de auto organización para el desempeño económico y cívico en la vida social. Personas que no dependan para sobrevivir de estructuras clientelares. La construcción y defensa de la democracia debe medirse en primer lugar por la reducción de la exclusión, pobreza gracias a la calidad de su educación y participación organizada. Esta no es solo una meta final de evaluación, sino, para sostenibilidad y consolidación política del gobierno de transformación y cambio sistémico. La legitimidad se gana con los resultados que se obtienen progresivamente, lo que a su vez fortalece la autoridad y posibilidades de avances en la transformación del sistema. Esto no se logra “de una vez por todas”, sino con transformaciones progresivas y acumulativas generando nuevos círculos virtuosos. El proceso de transformaciones es complejo y contradictorio, exige una reeducación política en la práctica especialmente de las estructuras burocráticas de los sindicatos acostumbrados a inercias oportunistas, de servirse primero y no de servir a la población. Estas inercias alimentan parte de la reacción de rechazo al nuevo gobierno de cambio y alientan las calderas ideológicas y propagandísticas del neoliberalismo. La prevención de la exclusión es fundamental desde el punto de vista estratégico, para crear un clima de paz y condiciones para la democracia, pero debe ir acompañada, ahí donde esté posicionados el poder del narcotráfico a través de terror, de acciones contundentes que le pongan límites claros; imponiendo simultáneamente la soberanía del poder democrático. La falta de contundencia y determinación en este ámbito creará una sensación de debilidad y abrirá espacios para la intervención de la extrema derecha. En el ámbito del derecho también se debe ser consecuente. No puede haber un derecho a la propiedad inviolable para unos y atropellado e irrespetado para las poblaciones originarias.
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